O hio, U SA “Gracias, Dios mío”, exclamó Stephen Armstrong en el momento en que su hijo Neil depositaba suavemente el vehículo lunar sobre la superficie de la Luna. Afuera de la casa, en Oak Wood Hills, una muchedumbre aplaudió y lanzó gritos de júbilo. Los periodistas y fotógrafos, que habían tomado como sala de prensa el garaje, se unieron a los vecinos en abrazos y besos. Adentro, acompañado por un reducido grupo de parientes y amigos, los esposos Armstrong siguieron por la televisión este momento histórico. “Nadie habló. La señora Armstrong permaneció con las manos cruzadas y todos parecían orar en silencio”, dijo poco después Tom Andrews, funcionario de la NASA, comisionado en la casa de los Armstrong. El alguacil y el grupo de policías mantuvieron retirada a la gente que, en bermudas, camisas sport y con cámaras fotográficas, trataban de acercarse al pórtico de la casa, donde los padres del comandante del Apolo 11 hablaron con los periodistas y fueron entrevistados para la t...