Desde
el último post hasta hoy, han sido pocas las personas que he conocido, y muy pocas las que han quedado en mis recuerdos
aunque con certeza y tristeza sé que no las vería jamás, pero más triste es saber que estaban tan cerca de mí
pero que nunca los vi, pero cuando lo hice fue impresionante las cortas y
profundas enseñanzas que me dejaron, una de ellas era disimular una felicidad tan impresionante que hasta al más observador pudo engañar, una alegría tan
contagiante que borraba todo pesar a quien lo rodeaba, y que decir, de lo que
nunca dijo, quejarse de una realidad tan bien guardada que hasta el sol de hoy
ni un destello la ha podido sacar, pareciera que le ha caído un montón encima
para seguir hundiéndola y enterrarla hasta no quedar rastro de ella, así como
tampoco quedará rastro de su paso en nuestras vidas, pareciera cruel, pero la
experiencia lo confirma cada vez más, no importa lo que hayas hecho si es bien,
te recordaran más brevemente si lo que hiciste fue mal, pero en ambas ocasiones
todo se olvidará y el tiempo de eso se encargará con ayuda de los afanes y las
necesidades de cada andar.
Comparto estas líneas, para hacer un alto, y
pedir que seamos más sagaz con afanes o no, fijarnos en las personas que nos
rodean y conocemos, y más aún cuando se trata de un niño o un adolescente, las actitudes y sus palabras a veces no dan
la lectura correcta, debemos estar pendiente no de los que dejan ver sino de lo
que ocultan porque son estos detalles que podrán ayudarnos a ayudarlos en eso
que no se atreven a pedir, seamos más perspicaz y demos un paso más,
haciéndolo, quizás Dios nos permita con su ayuda cambiar cualquier realidad por
más oscura y tenebrosa que parezca.
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